jueves, 16 de diciembre de 2010

El aborto lícito - por Carlos Peña | El Mercurio

El Mercurio, por Carlos Peña, 16/12/2010, extracto.-

El proyecto presentado esta semana por Matthei y Rossi debería ser aprobado. Y es que se trata de un proyecto mínimo, que no hiere las creencias de nadie. Incluso los católicos cultos —los pocos que leen a Santo Tomás— debieran prestarle apoyo.
El proyecto deja impune el aborto en dos hipótesis: cuando el feto es inviable y cuando la interrupción del embarazo es la consecuencia de salvar la vida de la madre. No hay nada revolucionario ni transgresor en esta propuesta.
Hasta un santo la endosaría.
El primer caso que contempla es el del feto inviable. Es difícil exagerar el dramatismo de este caso: la evidencia indica que el feto será incapaz de vida independiente y morirá en el vientre materno o apenas alumbre ¿Qué hacer entonces? ¿Obligar a la mujer a perseverar en el embarazo infructuoso o permitirle que lo interrumpa?
El proyecto opta por la segunda alternativa: permitirle que aborte.
Y es que el Estado no tiene razones para obligar a la mujer a mantener un embarazo sin destino. ¿Acaso podría esgrimir la protección de una vida humana independiente? No, puesto que se sabe que no la habrá. ¿Quizá proteger la salud de la madre podría ser una razón? Tampoco, puesto que lo más probable es que obligarla al sufrimiento la empeore. ¿Tal vez proteger las creencias que enseñan que el sufrimiento tiene un sentido trascendente y que soportarlo dignifica? En absoluto. Las creencias no se protegen obligando a la gente a comportarse en base a ellas. Una creencia genuina debe ser capaz de orientar el comportamiento sin llamar en su auxilio a la coacción estatal.

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