La Tercera Edición Impresa, por T. Quezada / J. M. Jaque, 05/12/2010, extracto.-
El individualismo, la competencia y los cada vez menores espacios familiares facilitan los conflictos.
La influencia de los hermanos en el comportamiento de las personas ha sido develada por diversos estudios. Entre sus conclusiones: su influencia puede ser tan determinante como la de los padres, constituyen la segunda mayor fuente de apoyo después de los progenitores y son modelos que marcan. Eso no quita que el desarrollo de esa relación esté marcada por conflictos. Y no sólo en la niñez, también en la etapas de adolescencia y juventud.
Así lo establece la VI Encuesta Nacional de la Juventud: un 20% de los jóvenes reconoce que tiene malas relaciones con sus hermanos. Se trata de un conflicto con un crecimiento exponencial: en la misma encuesta del año 2000, sólo un 5,3% de los jóvenes reconocía este problema. ¿Qué está pasando? 'El individualismo hace que se debiliten los subsistemas de la familia, como son las relaciones con los hermanos', explica Hernán Alvarez, psiquiatra infanto juvenil y terapeuta familiar de Clínica Las Condes. Los jóvenes van ganando esa actitud egocéntrica en la exigencia diaria: la competitividad que les exigen los estudios, el trabajo y la presión de tener que responder. Y el resultado de esa competitividad y ese estrés lo llevan de vuelta a la casa. ¿Dónde se manifiesta ese individualismo? En los espacios cotidianos: en las peleas por el auto, el baño o por la atención de los padres. 'Si a uno de los cabros le va mal, los papás se preocupan más de él y eso aumenta el nivel de tensión expresada en la familia. Los otros hermanos pierden atención de los padres, se quedan más solos y en esa atmósfera todos reclaman contra todos', insiste Alvarez. Los jóvenes ya tienen muy poco tiempo con los padres y reducirlo aún más, recrudece los conflictos.
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