educarchile, 15/11/2010, extracto.-
Por Claudia Romagnoli, en base al material “Reuniones de Apoderados:
Tarea de Padres y Profesores” de las autoras C. Romagnoli y F. Morales,
1996, Santiago, Dolmen Ediciones.
La meta de la disciplina debiera ser ayudar a los hijos a aprender a ser responsables, independientes y autónomos, logrando tener una disciplina interna o autocontrol. También, enseñarles a considerar los pro y los contra de cada decisión, aprendiendo a hacerse responsable de las consecuencias de sus actos.
Entenderemos la disciplina familiar como instruir, enseñar, lo que también implica poner límites, es decir definir lo que es permitido y lo que no lo es al interior de la familia.
Siendo la disciplina parte de la vida familiar, va modificándose junto con los cambios que ocurren al interior de ella. Así tenemos que la disciplina para un niño pequeño no puede ser la misma que para un joven y, aunque los valores que existan detrás sean los mismos, la forma de la disciplina debe variar. En el artículo “Por qué los jóvenes aún necesitan de disciplina familiar”, podrá conocer más acerca de este tema.
¿POR QUÉ LOS JOVENES AUN NECESITAN DE DISCIPLINA FAMILIAR?
En un comienzo vemos que el niño necesita este control externo, ejercido por sus padres. Lo necesita porque así se siente seguro, protegido y, a la vez, porque así aprende cómo conducirse, aprende a respetar y a considerar a las demás personas. Poco a poco se hace necesario aprender a equilibrar el nivel de control que se ejerce con un mayor grado de libertad y de independencia del niño. De esta manera se facilita el desarrollo del autocontrol de su conducta, en especial a medida que va creciendo y se va acercando a la edad juvenil. El joven, a diferencia del niño, ya tiene ciertas capacidades de razonamiento que le permiten relacionarse con el mundo de otra manera; tiene otras necesidades e intereses que lo impulsarán a actuar en direcciones diferentes a cuando era pequeño; mantener el mismo nivel de control sobre él sin considerar estos cambios, es decir, seguir tratándolo como a un niño, es una de las mayores fuentes de conflicto entre padres e hijos en esta etapa.
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