Bitácora Almendrón - El Mundo (España) , por Miguel Lorente, delegado del Gobierno contra la Violencia de Género (EL MUNDO, 17/08/10), extracto.-
El verano siempre esconde sorpresas entre su exceso de grados. El calor, destilado y concentrado en el mes de agosto, termina por subirse a la cabeza como si se tratara de una bebida espirituosa. Y cuando en la azotea craneal se encuentra con pensamientos en ebullición, el resultado suelen ser los malos humos que reflejan algunas opiniones y que, como la humareda al fuego, revelan conflictos ocultos. La igualdad y la violencia de género es uno de estos temas que agosto suele recalentar.
El pasado día 4 el Ministerio de Igualdad, como el pasado año, presentó el balance de la evolución de la violencia de género y el resultado de un estudio sociológico sobre actitudes y percepciones ante esta violencia. Todo este tema, rodeado de desconocimiento, ignorado históricamente, camuflado entre la normalidad de las costumbres y la tradición cultural y que además se traduce en consecuencias tan dramáticas como son cada uno de los asesinatos, exige mucho conocimiento e identificar claves de comprensión para avanzar en su solución. Es lo mínimo.
(...) El modelo ecológico de la violencia que recoge el Informe Mundial de la OMS (2002) sitúa el origen de la violencia de género en el contexto sociocultural, que envuelve al resto de circunstancias entre las que, en la parte final, se encuentran los factores individuales que caracterizan la conducta desarrollada. Las causas de la violencia contra las mujeres no están en los elementos individuales que definen la relación de pareja (si ella gana más dinero que él o tiene más estatus, si existe dependencia material, si la agresión ha sido de un modo u otro…). Esos aspectos concretos matizan los hechos, pero no los definen.
La violencia surge de la desigualdad existente en la sociedad, que lleva a muchos hombres a mantener una posición de referencia o de autoridad -o lo que es lo mismo, una posición de poder- sobre la cual corregir o imponer sus criterios recurriendo, incluso, al uso de la violencia. Y para ello cuenta con la normalización de esta violencia que hace la propia víctima y la sociedad, y la legitimidad que le da el ejercerla desde esa posición de poder. No por casualidad existe una incidencia tan alta de violencia de género -no sólo homicidios-, ni tampoco resulta casual que más del 80% de las mujeres asesinadas no hayan denunciado, ni que las que lo hacen sean cuestionadas con argumentos falaces, por amplificados, como el de las denuncias falsas.
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