martes, 17 de agosto de 2010

Hermanados por el destino - por arturo durán

…y los hijos reconocerán sus nombres.
Toni Morrison
La Canción de Salomón

No conozco palabras para la destrucción que causa la naturaleza en un cementerio y, hasta hace una semana, tampoco buscaba palabras para el efecto que causa esa destrucción en las almas, los sentimientos y la memoria. Las busco ahora que el terremoto del verano 2010 obliga a reparar y reubicar dañados nichos y tumbas en el Cementerio General de la ciudad, conmoviendo, de paso, nuestro pasado y nuestra memoria. De visita en Concepción, una repentina enfermedad de mi hermano dejo esta tarea en mis manos.

La joven y amable funcionaria se muestra aliviada de ver por allí a otro pariente de una de esas almas ahora a su cargo. Le ha tocado cuidarlas y defenderlas frente a la destrucción de la naturaleza y, me doy cuenta ahora, también del olvido. Su tarea es la reubicación de los difuntos infantiles cuyos nichos han sido dañados por el terremoto. Definitivamente se involucra en esta dimensión intangible de su labor de restablecer los hilos de parentesco en torno a estos muertos que, en el silencio del cementerio, han sufrido los efectos del terremoto. Le toca a ella restablecer los lazos de estas dos dimensiones. De estos pequeños difuntos con sus parientes actualmente en vida. A muchos, el terremoto los ha sacado del olvido con sus registros e historias casi olvidadas, dándonos ocasión, en tiempos que ellos no alcanzaron a vivir, para renovar nuestro amor por ellos y acompañarlos en un nuevo traslado.

Cual larga perspectiva de De Chirico el muro que sostuvo unos novecientos nichos perpetuos fue dañado por el terremoto: han quedado expuestos al riesgo de los frecuentes temblores. Muchos son nichos infantiles. Entre ellos, el nicho de Fernandito, hermanito fallecido en 1950, al año y medio de vida. Al conversar sobre las opciones observo el empático proceder de la encargada en medio de tan singular misión. Conversamos de las biografías de los difuntos parientes que ahora hay que reagrupar.

Algunas almas que descansan allí a perpetuidad también deben ser reubicadas prontamente. Tras el terremoto, al revisar el registro del nicho del hermanito descubren los datos de otra criatura nacida veinte años antes, en 1930, y que vivió un mes y seis días. Comparten el nicho desde hace sesenta años. Ya no hay nadie que sepa, de primera mano, por qué está allí, escondido, sin su nombre en aquel pedacito de mármol de letras borrosas donde mis padres dejaron inscrito ‘A Fernandito Durán Bravo… abril de 1950’.

Fernanda, es el nombre de la funcionaria a cargo, me dice que es señal de consanguineidad. Creo sin embargo que en éste caso, eso es improbable. El pequeño tiene nombre: Juan Luis Schorwer Vildósola. Cualquiera haya sido la razón de su trasladado al nicho de mi hermanito, la respeto: Juan Luis permanecerá protegido por la perpetuidad del nicho de mi hermanito. Pero quedo con una gran inquietud por esa difunta criatura que ha permanecido olvidada, escondida en su anonimato, por tantos años, tantos como los de mi propia vida.

De regreso en la ciudad intento saber acerca de su familia. Si tuviera parientes, tal vez ellos debieran saber de su existencia. Hora de que alguno de los suyos piense en él. El Registro Civil de Concepción facilita esta pequeña búsqueda, las funcionarias se conmueven. El libro de Nacimiento y el de Defunciones lo registra en la letra S, año 1930: como Juan Luis Schorwer Vildósola. Una funcionaria del registro trae otro libro donde aparecen los nombres de sus padres, Luis Humberto Schorwer y Olga Marina Vildósola de Schorwer.

Por extraña coincidencia la dirección de familia que señala el libro de defunciones corresponde a la misma calle de la oficina del registro civil, al salir me doy cuenta que está al frente, basta cruzar la calle. Pero ese número ya no existe, la numeración se lo salta. ¿Presagio del olvido? ¿Cuál de los terremotos habrá destruido la casa de su familia? ¿El de 1939 o el de 1960?

Busco en el directorio y consulto por teléfono a personas de ese apellido y afortunadamente doy con Johanna: me dice que ha escuchado nombrar a los Schorwer Vildósola. Un apellido de origen español, inicialmente Shower. Me llama de vuelta tras conversar con su padre y me deriva a un pariente más cercano de Juan Luis.

Don Moisés me indica, categórico, que es error del cementerio, que él recuerda que ese niño fue sepultado en el lugar de los Schorwer. Pero se da cuenta de que las edades no concuerdan, escucha mi breve relato y agradece el gesto. Me señala que en aquellos años los Schorwer Vildósola se fueron a vivir a Santiago.

Espero que un pariente de Juan Luis decida retomar los hilos de su parentesco.

Con los días he llegado a creer una versión con menos incógnitas. Juan Luis nació en 1930 y vivió un mes y seis días, según consta en sus registros. Tuvo su propia tumba que venció en 1940. Probablemente un gesto humanitario lo trasladó en 1950 al nicho de Fernandito, asegurándole un resguardo perpetuo pero anónimo. Es también probable que – al contrario de mi primera versión – mis padres no supieran de él.

Imagino que en aquellos años, ese mismo gesto humanitario se preocupó de salvar a otros pequeños difuntos poniéndolos juntos a otros tan pequeños como ellos pero de nicho perpetuo. Sus nombres no figuraron en los nichos pero sus nuevas ubicaciones también quedaron registradas en los libros del cementerio.

Me quedan preguntas inquietantes acerca del olvido. Durante sesenta años Juan Luis estuvo anónimo, casi escondido. No sé si sus parientes cuidarán su memoria o si el olvido ganará. Ahora que nosotros lo acogemos empiezo a entender que el terremoto nos ha dejado para siempre a esta criatura que ha acompañado a mi hermanito durante sesenta años.

A Fernanda, que los cuida en estos días, tras el terremoto.

Arturo Durán, Recreo, Agosto de 2010.

4 comentarios:

  1. Oh!!!! esta historia la conozco, yo soy esa Johanna...y al final, qué pasó???

    saludos!

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  2. Hola! Yo soy esa Johanna con quien Ud. habló esa vez...no sé cómo llegué a este blog, una interesante coincidencia.

    En qué habrá quedado todo?
    saludos!

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  3. alo?
    Yo soy esa Johanna!
    EN que quedo todo?

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  4. Johanna: me alegro encontrar su pregunta (había olvidado revisar los comentarios, disculpe p.f. el atraso).La historia termina mas o menos así: los restos de esas dos criaturas - Juan Luis y Fernandito han quedado en el nicho de mi padre. En el próximo viaje iré por allí. Más adelante, con algo de dinero, se podrá poner los nombres en el marmolito del nicho.
    Es una buena solución. También me alivia que Ud. se interese por él. Cuando tenga las coordenadas en el cementerio se las enviaré. El texto está dedicado a Fernanda, la funcionaria a cargo y lo publiqué también con la esperanza de que alguna vez llegara a oidos de un pariente de Juan Luis.
    Por eso me alegro encontrar su consulta y agradezco su perseverancia. Con un cordial saludo, arturo durán.

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