jueves, 22 de octubre de 2009

María Estela Ortiz – Buen Trato: ponerse a la altura | La Nación

La Nación 21/10/2009 extracto.-

Por María Estela Ortiz Rojas, vicepresidenta ejecutiva Junta Nacional de Jardines Infantiles (Junji) Chile.

Invitamos a todos a sumarse a la campañaLos niños piensan en grande, ponte a su altura. Por un buen trato a niños y niñas” y contribuir con un granito de arena en cada espacio de la vida de los niños.

Acostumbrados a reivindicar los grandes derechos de la vida pública (como la salud, la educación, el trabajo, la vivienda, el voto, la libertad), casi nunca hablamos de los derechos de la vida cotidiana, que sostienen nuestra intimidad. Entre estos derechos relegados está el derecho al buen trato. Desde que los niños tienen derechos -tiempo que coincidió con la recuperación de la democracia-, el Estado chileno se comprometió a adoptar todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual (artículo 19 de la Convención de los Derechos del Niño).

La reforma procesal-penal, las nuevas leyes sobre violencia intrafamiliar y la creación de los tribunales de familia constituyen importantes avances en el cumplimiento de este compromiso. También podemos constatar que la ciudadanía está cada día más sensibilizada ante las diversas formas de violencia contra la infancia y las denuncias aumentan. No obstante ello, Chile sigue mostrando una estadística que nos refleja como un país maltratador con sus niños y niñas (tres de cuatro niños padecen algún tipo de violencia, según un estudio de Unicef).


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Cuando esta violencia se despliega en la primera infancia deja huellas indelebles de dolor, sufrimiento y daño. En los espacios de la vida cotidiana de los niños, en la intimidad del hogar o del aula, se reproduce la lógica macrosocial de la violencia condensada en un ejercicio hegemónico del poder, que aniquila las diferencias y no deja crecer la singularidad. A nuestro modo de ver la violencia hacia los niños y las niñas pequeños constituye un problema político trascendente que tiene profundas raíces culturales.

Estamos siendo educados para la competitividad, para la lucha, para la defensa, pero no para el buen trato, ni para la reciprocidad ni el respeto a la diferencia en una convivencia pluralista. Para quienes trabajamos con niños pequeños es imposible asumir una actitud de cuidado y fomento del crecimiento hacia ellos si soportamos de manera pasiva la violencia en los espacios de la vida cotidiana, sean el hogar o el establecimiento educativo u otro lugar.

Al final del arduo proceso de expandir la educación inicial para la primera infancia que hemos llevado a cabo instalando al menos una sala cuna en cada comuna del país, estamos también culminando el proceso de institucionalizar el buen trato hacia nuestros niños como un componente sustantivo de la educación de calidad. Entendemos el buen trato como un modo de relación afectiva sustentado en el respeto y valoración mutua y en el reconocimiento que la dependencia recíproca y singularidad son procesos vitales en la vida humana. El acto educativo de calidad en primera infancia, como en todas las edades, tiene un componente afectivo primordial. Con el conocimiento que tenemos del funcionamiento humano, no se puede desconocer el papel de la emoción como moduladora y estabilizadora de los aprendizajes y promotora del desarrollo.

Es por ello que invitamos a todos a sumarse a la campaña “Los niños piensan en grande, ponte a su altura. Por un buen trato a niños y niñas” y así contribuir a poner un granito de arena en cada espacio de la vida cotidiana de los niños, para que efectivamente su derecho al buen trato en nuestro país no sea sólo retórica.

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