Algunos tienen su propia fe. Otros se asumen como creyentes, pero sienten rechazo por las instituciones religiosas. No dudan en participar en iniciativas sociales o incluso voluntariados y no temen explorar su espiritualidad. Pero sin dogmas ni ritos tradicionales.
Desde hace poco más de una década el país forma parte de un fenómeno que, según los expertos, es propio de las sociedades modernas: amplios grupos de jóvenes que no se sienten identificados con los credos establecidos.
"Las instituciones que antes eran consideradas como mediadoras en la relación del hombre con Dios comienzan a perder vigencia y las personas -en especial los jóvenes- empiezan a relacionarse de manera directa con sus creencias", explica Raúl Zarzuri, sociólogo del Centro de Estudios Socioculturales y experto en culturas juveniles.
Desde hace poco más de una década el país forma parte de un fenómeno que, según los expertos, es propio de las sociedades modernas: amplios grupos de jóvenes que no se sienten identificados con los credos establecidos.
"Las instituciones que antes eran consideradas como mediadoras en la relación del hombre con Dios comienzan a perder vigencia y las personas -en especial los jóvenes- empiezan a relacionarse de manera directa con sus creencias", explica Raúl Zarzuri, sociólogo del Centro de Estudios Socioculturales y experto en culturas juveniles.
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