IDEAS Y DEBATES | latercera.com, 16/06/2010, extracto.-
Con el mérito de ciertas estadísticas que se han publicado en los medios de comunicación social, dando cuenta de que durante 2009 el número de matrimonios celebrados en el país disminuyó y, en cambio, se verificó un aumento sostenido de divorcios, se ha planteado el rol que le cabe a la ley en esta materia.
En una columna de opinión del domingo pasado en La Tercera, el profesor Mauricio Tapia le resta relevancia a la Ley de Matrimonio Civil como causa u origen de este hecho, agregando que la ley civil no es el medio para promover ciertas instituciones, en particular, en el campo de las relaciones de familia.
No compartimos estos puntos de vista. La ley no es una entelequia abstracta, carente de todo significado moral y que no puede ser utilizada para fomentar ciertas conductas. En efecto, la ley, como mandato proveniente de la voluntad soberana delegada en el Congreso Nacional, debe necesariamente buscar y propender al bien común de todos los habitantes de la sociedad, para lo cual ha de atenderse a principios básicos, anteriores al Estado, reconocidos y protegidos por el derecho, muchos de los cuales se encuentran en el Capítulo I de la Carta Fundamental y que constituyen las Bases de la Institucionalidad.
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