La Tercera, por Paulina Sepúlveda, 08/11/2009
Las fotografías de familias numerosas son una imagen que se ha diluido en Chile. Hoy los padres no sólo optan por tener pocos hijos, sino que cada vez más espaciados. Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en 1984 las chilenas en promedio tenían su primer hijo a los 23 años y esperaban a los 26 el siguiente. Para 2006, el primer hijo llegó a los 23.5 años, y casi seis años después nació el segundo: a los 29.1.
El fenómeno no es exclusivo de Chile. En EEUU, las Estadísticas Vitales muestran que, en 1959, el primer hijo nacía a los 22 años, y el segundo a los 24, mientras que en 1999, la edad fue de 24 años para el primero y 28 años para el siguiente.
¿Por qué la fecundidad tardía de Chile (28 años, según INE) no ha ido de la mano de un adelanto en el segundo embarazo? Por una parte, los hijos ya no "llegan", sino que se planifican, dice Claudia Dides, directora del Programa de Género de Flacso.
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Otro factor relevante es el impacto que tiene para la mujer la llegada del primer hijo. "Muchas mujeres desconocen cómo atender a un bebé y viven ese proceso con angustia, pues ya no cuentan, como antes, con el apoyo de la familia extendida, donde muchas personas prestaban ayuda, lo que hacía más llevadera la crianza", dice Luis Gajardo, director de la Escuela de Sociología de la U. Central. Hoy la familia nuclear -padres e hijo- debe enfrentar este proceso sola. "Y las políticas públicas están retrasadas en esto. Por eso muchas mujeres están renunciando a tener hijos o se replantean el segundo". Si deciden tenerlo, explica Gajardo, que su primogénito ya tenga cinco años será un alivio para el bolsillo en el futuro. "Cuando éste salga de la universidad, su hermano ingresará, lo que permitirá distribuir los recursos de la familia", dice.
COSTOS PERSONALES
No sólo adaptarse a ese cambio en las exigencias retrasa la llegada del siguiente hijo, sino también el modo en que la pareja asumió la crianza, dice Marcela Ferrer, socióloga de la Universidad de Chile. Si fue una tarea sólo de ellas es complejo pensar en otro niño. La relación de pareja no está ajena a este proceso: en muchas mujeres se produce un quiebre luego del primer embarazo. "El nivel de exigencia puede ser inabordable. No lo superan y se separan o se toman tiempo para adecuarse", dice Florencia Herrera, socióloga de la U. Diego Portales. A lo que se suma la presión masculina por mantener la pareja. "Es una preocupación y los niños pueden ser obstaculizadores".
El costo laboral también está sobre la mesa. María Elena Valenzuela, de la OIT, dice que no se puede desconocer que el 60% de las mujeres en edad reproductiva en Chile trabajan y que para ellas la decisión de otro hijo no sólo depende de sus deseos. "Se ven enfrentadas a tomar en cuenta su trabajo, condiciones económicas y tareas en la casa".
Esa libertad para sopesar las variables y planificar su vida no existía antes. Menos la posibilidad de expresar los miedos y quejas frente a la maternidad. "Nuestras madres estaban socializadas en que tendrían que postergarse al casarse y tener hijos. Hoy la mujer decide según la experiencia con su primer hijo. El segundo vendrá sólo si constata que no debe postergar demasiado", dice Herrera.
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